Tres productos probablemente habituales de nuestra dieta y que tienen tantos admiradores como detractores. Te contamos cómo pueden ser buenos (o malos) para nosotros.
De los tres se ha dicho que tienen propiedades similares a las de una droga: alcohol, cafeína o una alta dosis de azúcar que pueden provocar adicción y tener efectos devastadores sobre nuestra salud. No obstante, como todo en esta vida, con un poco de mesura tanto el vino como el café y el chocolate pueden, además de ser deliciosos, ser perfectamente incluidos en nuestra dieta sin que eso nos suponga ningún detrimento (o, incluso, pueden aportarnos beneficios).
Empezamos con el café, de la misma manera que muchos de nosotros no somos capaces de empezar el día sin una buena dosis de esta bebida. Al respecto del café hay que desmentir (o matizar) unos cuantos mitos: el primero, que amarillea los dientes, solo se materializa si nuestra higiene es deficiente -si nos cepillamos los dientes después de ingerirlo, nuestro esmalte no debería resentirse (el té, por cierto, también puede volver nuestros dientes más amarillentos).
También se dice que crea adicción, y esto es verdad hasta cierto punto: la cafeína, precisamente la sustancia por la que muchos recurren al café, sí puede llevarnos a desarrollar una cierta tendencia adictiva y de hecho está demostrada la existencia de un síndrome de abstinencia (moderado) al cesar o disminuir drásticamente su consumo, aunque ni muchos menos comparable al de otras sustancias y con menos impacto en la salud.
Hay que señalar, probablemente para sorpresa de unos cuantos, que la cafeína no comienza a hacer efecto hasta por lo menos un par de horas de habernos bebido el café, por lo que esa sensación que tenemos de despertarnos (de verdad) por las mañanas con una buena taza es más resultado de la sugestión que de los efectos estimulantes del café.
No conviene abusar de él y de hecho está contraindicado para pacientes de determinadas afecciones nerviosas o digestivas, pero también se han señalado posibles beneficios como que mejora el efecto de los analgésicos, por lo que puede ayudar a reducir los dolores de cabeza, y tiene propiedades broncodilatadoras que mejoran, por ejemplo, los síntomas del asma. Además, también mejora nuestra rendimiento intelectual, nuestra memoria a corto plazo y nuestros reflejos.
El vino (tinto sobre todo) también puede llegar a dañar el esmalte de nuestros dientes, en este caso enrojeciéndolo; aunque nuevamente con unos hábitos de higiene bucal adecuados esto no debería ocurrir.
Considerado, al menos en ciertas de sus variedades, como uno de los productos gastronómicos estrella y toda una delicia, el vino no suele tener una gradación alcohólica demasiado alta y por eso es un «mal menor» dentro del universo de los espirituosos, aunque hay que controlar mucho su consumo para evitar dañar nuestra salud.
Aunque recientes estudios han apuntado, de hecho, a que una copita de vino tinto a la comida puede tener efectos beneficiosos sobre nuestro corazón, así como psicoactivos: incrementa el apetito y es un ansiolítico, por lo que favorece el sueño. Aunque, ¡ojo! si nos pasamos (más de un par de copas) pueden producir de hecho insomnio, intoxicación y disminución de la libido. Así que ya se sabe: solo en cantidades moderadas.
El chocolate es uno de los pecados más habituales de nuestra alimentación, ya que su sabor y propiedades (probadas) para mejorar nuestro estado anímico (las supuestas afrodisíacas aún están por demostrar) vienen desafortunadamente de la mano de un alto aporte calórico y contenido en azúcar y grasas.
Claro que esto no es así con todas las variedades del chocolate: el cacao es, de hecho, amargo, y es el azúcar que se le añade después para equilibrar su sabor lo que lo convierte en un alimento poco sano.
Cuanto más negro sea, y por tanto más puro, el chocolate no solo engorda menos sino que tiene propiedades buenas para nuestra salud: es rico en potentes antioxidantes que protegen al sistema circulatorio y en polifenoles, que entre otros efectos benéficos previenen o reducen los efectos del Síndrome de Fatiga Crónica. El chocolate blanco, por su parte, es el menos recomendado ya que es el más rico en grasas y glúcidos.
Se aconsejan hasta 100 gramos de chocolate negro por día para disminuir el riesgo de accidentes vasculares y de hipertensión, aunque hay que comprar una variedad cuyo fabricante no haya eliminado los flavonoides, que son los antioxidantes que proporcionan estos beneficios pero también los que dan un sabor amargo.
Además del riesgo de sufrir sobrepeso u obesidad por un consumo excesivo de chocolate, existe el mito de que provoca la aparición de acné, y decimos mito porque, de momento, no ha sido probado: los estudios parecen indicar que son otros elementos que se añaden al chocolate puro como azúcar o jarabe de maíz los que causarían estos brotes.
La clave para no dejar de disfrutar de estos alimentos sin sacrificar nuestra salud está en el consumo responsable y en la preocupación por nuestra alimentación. Al final, como en casi todo en esta vida, en la mesura está la virtud: tanto el vino como el café y el chocolate tienen beneficios, y no solo puramente gastronómicos, en su justa medida.