Cuando un vino es bueno se aprecia enseguida. Por su fuerza, por su sabor e incluso por su color, todo en él es especial. Cuando un caldo es de calidad lo notas, porque sabes que viene de un lugar de confianza, de cultivos naturales y tratado por personas que saben cómo mimar la uva para que ésta dé lo mejor de sí. Con los vinos de Ribera del Duero no puedes equivocarte.
Aún existen los resquicios de pequeños viñedos que observan impasibles el paso del tiempo en las Bodegas de Torremorón. Viñedos en los que 57 viticultores comenzaron su travesía en 1957. Poco a poco comenzarían a incorporar otras plantaciones de vino a las suyas para en 1990 hacerse con las tecnologías más novedosas de ese mercado y, desde ese momento, ofrecer la mejor calidad y crear una marca que se conocería hasta de nuestras fronteras.
El vino está ligado a Castilla desde tiempos muy remotos, de hecho en el siglo XVI se constituiría como una de sus principales fuentes de riqueza y su elaboración, hoy en día, tiene una tradición medieval. En el siglo XVII se moderniza el proceso de producción, se construyen lagares donde prensar la uva y convertirla en mosto para fermentarlo y conservar este líquido en bodegas subterráneas.
Y este año no podía ser menos, comenzaba la vendimia el 10 de septiembre y aunque se ha visto ralentizado por las continuas lluvias que se han sucedido en estos días, la calidad de la uva sigue siendo exquisita. Un proceso en el que intervienen 8372 viticultores y 279 bodegas. Esta campaña de vendimia en la Ribera del Duero sigue, como cada año, un exhaustivo control de la cosecha por parte del Consejo Regulador, para garantizar de este modo que el proceso cumple con normativa en la Denominación de Origen. Un control de calidad que garantiza que a tu mesa solo llegue lo mejor.
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