El flexitarianismo o semi-vegetarianismo es una dieta en la que se come carne de manera puntual, que tiene grandes beneficios para la salud y cada día se populariza más como una manera de adelgazar y comer sano.
Con este término, formado a partir de la combinación de la palabra «flexible» con «vegetarianismo», se define este tipo de alimentación saludable y respetuosa con el medio ambiente, que fue propuesta por la nutricionista estadounidense Dawn Jackson Blatner en su libro La dieta flexitariana. Aunque el término ya existía desde hace más de 20 años, ha sido recientemente, con la popularización de los modos de vida saludables y la preocupación en aumento por la alimentación sana, que ha empezado a ponerse de moda.
Las organizaciones vegetarianas no admiten el flexitarianismo como una categoría del vegetarianismo, pero lo cierto es que la base de la alimentación de los flexitarianos es una dieta ovolactovegetariana que admite el consumo ocasional y puntual de productos de origen animal, preferiblemente las carnes y pescados más saludables (pescado blanco, carnes magras como las de las aves) y de origen ecológico.
La flexibilidad, como su propio nombre indica, es importante en esta clase de dieta: aunque a diario debe de seguirse una alimentación basada en verduras y hortalizas incluyendo lácteos, huevos y miel, se pueden consumir hasta dos o tres veces por semana carnes o pescados, aunque en pequeñas cantidades.
También es muy importante el consumo de legumbres, cereales y frutos secos para evitar las carencias proteínicas que podrían derivarse de la disminución en la ingesta de productos animales, aunque dado que no se eliminan por completo de la dieta los flexitarianos no tienen porqué seguir un control tan estricto como los vegetarianos o los veganos para asegurarse de que su alimentación sea equilibrada, y pueden permitirse «transgresiones» que hacen más fácil asimilar estos hábitos de alimentación saludables.
Sus defensores la definen como una dieta saludable y ligera, idónea para desintoxicar el organismo y ayudarnos a alcanzar el equilibrio tanto en peso como en salud. Incluye los beneficias de la dieta vegetariana: menor riesgo cardiovascular, menos grasas en la dieta y descenso de la tensión arterial y colesterol.
Además, aumenta la esperanza de vida ya que se consume fibra, carbohidratos y antioxidantes principalmente; se ingieren menos calorías, menos purinas, proteínas animales, grasas totales y grasas saturadas, menos sodio y azúcares refinados…
Al ser una dieta equilibrada y saludable, perder peso es una consecuencia lógica pero, además, de una forma sana y gradual. Al ser todo una hábito, más que una «dieta» puntual, sus efectos son más duraderos y se evita el efecto rebote, por lo que no recuperamos el peso que perdemos (y si además la combinamos con ejercicio físico los beneficios para nuestra salud, nuestra estética y nuestro bienestar personal se duplican).
Para ser flexitariano no hace falta seguir una dieta muy estricta y organizada, aunque como hemos dicho sí es importante vigilar que consumamos las proteínas necesarias y reducir el consumo de carne y pescado a no más de tres veces por semana. La idea básica es priorizar el consumo de frutas y hortalizas, pero también pueden derivarse otros principios: por ejemplo, dado que gastamos menos en carne y pescado, cuando los compremos podemos permitirnos productos de mejor calidad, e incluso mejor si son de origen ecológico.
Al fin y al cabo, la preocupación por el medio ambiente es otra de las motivaciones de los flexitarianos: dado que producir carne y pescado tiene un mayor impacto ecológico que cultivar verduras, resulta sostenible disminuir la producción de los primeros y además apostar por aquellos métodos que menos coste medioambiental tengan. Como explica el columnista de The New York Times Mark Bittman, es una forma»inteligente y concienciada» de ser omnívoros.